LIBROS PARA PROFES 07

Aprovechando los ratitos de playa que se pueden disfrutar entre tanta lluvia, me he terminado de leer el séptimo libro relacionado con educación, y cuya “review” os traigo hoy.

El libro en cuestión es La Alegría de Educar, de Josep Manel Marrasé. Es el segundo libro de la Editorial Plataforma Actual (el primero fue el genial Educar en el Asombro, de Catherine L’Ecuyer, el cual sigo recomendando encarecidamente. Si no sabes por qué, lee esta entrada).

Josep hace una adecuada distribución del libro, dividiendo los bloques temáticos en un correcto índice: tipos de profesores, su actitud, adaptación al alumnado, educación emocional, la escuela como institución, claustros…

Si el alumno no supera al maestro, no son buenos ni el alumno ni el maestro.

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Aquí comienzo con las frases que más me han gustado del libro, que deberían de conocer todos los profesores:

  • Nuestra autoridad también ha de ser adaptativa. Nuestros grupos son diferentes, y tejen una amalgama de comportamientos, actitudes y percepciones que es compleja y que los dotan de un sello o unas características. Debemos tener todo esto en cuenta; deberíamos leer el grupo.
  • A veces se intenta “disfrazar” la autoridad con expulsiones de clase, gritos o descalificaciones… Con estas dinámicas se puede mandar, pero no convencer.
  • Los profesores con un optimismo razonable y bien orientado hacia la mejora y la superación propagan mensajes positivos, potencian las aptitudes de sus alumnos y perciben su crecimiento.
  • Si esperamos a los alumnos en el aula, podemos hacerlo en la entrada, saludando y motivando con comentarios individuales, para que el radar colectivo del grupo capte sensaciones de ánimo.
  • Si acompañamos los mensajes de disposición y seguridad con reflexiones sobre el espíritu de mejora constante, completamos el ciclo que nos permite comunicar muy bien nuestra idea esencial: comunicar responsabilidad y exigirla.
  • Para conseguir un ritmo ideal durante la clase es necesario, ante todo, observar con detalle las reacciones de los alumnos frente a nuestra interacción con ellos.

Educar es lo mismo que poner motor a una barca… hay que medir, pesar, equilibrar… y poner todo en marcha. Para ello, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino… un poco de pirata… un poco de poeta… y un kilo y medio de paciencia concentrada.

  • El impacto o la suma de impactos emocionales que conseguimos en una clase guarda una relación directa con el nivel de aprendizaje significativo que habremos logrado. La capacidad de sorprender y de sorprendernos a nosotros mismos es esencial para atraer el interés por la materia y por la clase.
  • Podemos impactar en cada alumno si lo conocemos y logramos que se sienta protagonista de su desarrollo; por lo tanto, resulta necesario hablar con él, conocer su ámbito familiar, sus aficiones, su forma de estudiar, su organización del tiempo… Solamente con esta información, analizándola y actuando emocionalmente con preguntas, conversaciones, palabras de ánimo, mensajes de confianza y planteamiento de retos podemos llegar a conseguir una progresión adecuada y, por tanto, un aumento de su nivel y de su capacidad potencial para seguir incrementándolo.
  • El equipo docente debe conocer los valores educativos del centro, su forma de gestionar los conflictos, las actitudes que se potencian, el funcionamiento que se pretende conseguir. Lo peor de cualquier institución, y la escuela no es una excepción, es carecer de personalidad.
  • Una buena organización debe incluir una buena definición de los valores y un equipo docente coordinado, formado por profesionales que vibren en el aula, que asuman su papel.
  • Una obsesión por la inmutabilidad de las normas provoca un cierto anquilosamiento de las tareas educativas. Esta parálisis inducida por un exceso de burocracia puede desmotivar y desilusionar a las personas más creativas o innovadoras del claustro.

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